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Los influencers virtuales y su papel en las campañas de marketing de nueva generación

Los influencers virtuales y su papel en las campañas de marketing de nueva generación

Los influencers virtuales y su papel en las campañas de marketing de nueva generación

Los influencers que no existen (pero venden más que tú)

Imagina una influencer con millones de seguidores, campañas con marcas de lujo y una vida aparentemente perfecta. Ahora imagina que no tiene DNI, que no ha nacido en ningún lugar, y que su lista de “cirugías” es en realidad una hoja de líneas de código. Así son los influencers virtuales: personajes generados por ordenador que están reinventando —literalmente— la manera de hacer marketing.

A medio camino entre la ciencia ficción y la estrategia corporativa, estas figuras digitales han dejado de ser una curiosidad para entrar de lleno en los feeds de Instagram, TikTok y YouTube. Pero ¿qué hay detrás de su éxito? ¿Y qué desafíos plantea este nuevo tipo de celebridad computarizada al marketing, al diseño, y hasta a nuestra propia percepción de la autenticidad?

¿Qué es un influencer virtual?

Un influencer virtual es un personaje creado digitalmente —mediante software de modelado 3D, animación y técnicas de inteligencia artificial— que actúa, publica y se comporta como una influencer humana. Su aspecto puede ir desde lo hiperrealista (como Shudu, la “primera supermodelo digital del mundo”) hasta lo abiertamente artificial (como Imma, la influencer japonesa con pelo rosa de estética manga).

Sus movimientos están orquestados por un equipo de creativos: diseñadores, community managers, estrategas de contenido y, a veces, incluso psicólogos. Porque detrás de cada publicación cuidadosamente construida hay una narrativa, una identidad y, por supuesto, una estrategia de marca clara.

Ventajas que los humanos no tienen

¿Por qué las marcas están apostando por estos entes digitales? Lo resumimos en cinco puntos:

Casos reales: del hype al ROI

La pionera del fenómeno es Lil Miquela, una avatar estadounidense de 19 años (virtuales), creada por la startup tecnológica Brud. Con más de 2,6 millones de seguidores en Instagram, ha colaborado con marcas como Calvin Klein, Dior o Prada. Incluso ha “discutido” en redes con otros influencers, generando narrativas dignas de una serie de Netflix.

Otra figura relevante es Rozy, influencer virtual de Corea del Sur, que ha protagonizado campañas con empresas como Chevrolet o Gucci, y sobre la que muchos estudios de mercado señalan un ROI superior al de algunos influencers reales. Su éxito fue tal que en 2021 generó más de 1 millón de dólares en contratos publicitarios.

¿Y en España? Comienzan a surgir nombres como Aitana López, creada por The Clueless, una agencia barcelonesa que busca plantarle cara a las agencias de modelos tradicionales a través del código y la IA.

Una identidad construida, pero creíble

Uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta este tipo de avatar es la percepción pública. ¿Nos relacionamos igual con un personaje ficticio que con una persona real? Curiosamente, según un estudio realizado por la consultora HypeAuditor en 2022, los influencers virtuales tienen una tasa de engagement tres veces superior a la de sus contrapartes humanas.

La clave está en la narrativa. Un avatar puede ser creado para ser feminista, activista climática o apasionada del skate. Puede tener contradicciones, pasados ficticios o relaciones-plot twist. Y eso, en el terreno narrativo del marketing de contenidos, es oro puro.

¿Una moda pasajera o una revolución?

Como toda tendencia digital, los influencers virtuales generan tanto fascinación como escepticismo. Hay quien los ve como una amenaza para los modelos tradicionales de empleo en el sector creativo o como un síntoma más de nuestra creciente desconexión con lo auténtico. Pero también hay quien ve en ellos una puerta abierta a nuevas formas de expresión, a una estética transhumana que borra las líneas entre lo real y lo simulado.

Y no es solo el marketing. El diseño, el arte digital, la moda e incluso el activismo encuentran en estos avatars nuevos canales creativos. ¿Quién dice que una campaña de concienciación sobre derechos humanos no pueda ser más efectiva si la protagoniza un personaje que genera empatía aun siendo irreal?

Desafíos éticos y tecnológicos

Por supuesto, no todo es brillo digital. Este fenómeno plantea múltiples interrogantes:

La legislación aún va varios pasos por detrás —como suele suceder cada vez que la tecnología pone una marcha más—, pero las preguntas están sobre la mesa. Y no son menores.

¿Y ahora qué?

Las marcas ya están viendo en los influencers virtuales más que un simple experimento. Son un canal poderoso, camaleónico y altamente medible. Pero como pasa con todo medio nuevo, parte de su éxito radica justamente en que es nuevo. Como la primera vez que una marca apostó por TikTok, o cuando los banners eran lo último en informática.

La gran incógnita es si el público seguirá conectado emocionalmente con estos perfiles cuando la novedad desaparezca. Porque, al fin y al cabo, ¿qué nos conecta más: una piel de píxel sin imperfecciones o una voz humana que se equivoca, pero emociona?

Mientras resolvemos esa incógnita, habrá que estar atentos. Porque los próximos creadores de tendencias, embajadores de marca o modelos de referencia quizá no tengan cuerpo, pero sí muchos megabytes de carisma.

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