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La economía circular aplicada al diseño industrial para una producción más responsable

La economía circular aplicada al diseño industrial para una producción más responsable

La economía circular aplicada al diseño industrial para una producción más responsable

Diseñar sin desperdiciar: el reto actual de la industria

Durante décadas, el diseño industrial se preocupó sobre todo por la función, la estética y la eficiencia en la producción. Pero en un mundo donde los residuos se acumulan a ritmos alarmantes, ya no vale con crear objetos que simplemente cumplan su propósito. Hoy, el verdadero desafío es diseñar sin desperdiciar. En este nuevo paradigma, la economía circular emerge no como una tendencia pasajera, sino como una necesidad urgente que redefine cómo concebimos, producimos y consumimos productos.

Lejos de tratarse de un concepto abstracto, la economía circular aplicada al diseño industrial se traduce en decisiones muy concretas: evitar materiales no reciclables, repensar procesos de ensamblaje para facilitar el desmontaje, y diseñar productos no con fecha de caducidad, sino con una segunda (o tercera) vida en mente.

¿Qué es realmente la economía circular?

Antes de entrar en el terreno del diseño, vale la pena detenerse un momento en este término tantas veces invocado como mal entendido. La economía circular no es simplemente reciclaje. Es un modelo económico que busca mantener los recursos en uso el mayor tiempo posible, extraerles el máximo valor durante su vida útil y, al final de ésta, recuperar y regenerar productos y materiales.

Dicho de otro modo: en lugar de seguir el modelo lineal clásico de “extraer, producir, consumir y tirar”, la economía circular propone un sistema en bucle en el que los residuos se convierten en materia prima para nuevos productos. Es el equivalente industrial de cocinar con sobras: se necesita creatividad, planificación… y voluntad de hacer las cosas de forma diferente.

Diseño industrial circular: principios en acción

Aplicar la economía circular al diseño industrial implica ir más allá del producto en sí. Es pensar en sistemas. Y esto comienza desde el primer boceto. ¿Qué materiales se usarán? ¿Podrán separarse fácilmente al final de la vida del producto? ¿Podrán reutilizarse o reciclarse sin perder calidad? ¿El producto puede actualizarse en lugar de reemplazarse?

Varios principios clave guían este tipo de diseño:

No se trata solo de ética, sino de inteligencia de diseño: un producto circular es más competitivo, más valorado por consumidores conscientes y más resistente a regulaciones crecientes en materia ambiental.

Ejemplos que inspiran (y funcionan)

Algunas empresas y estudios de diseño están demostrando que la economía circular no es solo viable, sino deseable desde muchos puntos de vista.

El caso de Fairphone, por ejemplo, es paradigmático. Esta marca neerlandesa de smartphones ha diseñado un teléfono desmontable cuyo hardware puede actualizarse sin necesidad de reemplazar el equipo completo. ¿Cámara desactualizada? Basta con cambiar el módulo. ¿Batería agotada? Se sustituye en minutos. Resultado: más duración, menos residuos, y usuarios que se sienten parte de la solución.

En otra escala, el estudio español StoneCycling utiliza residuos de demolición para fabricar ladrillos de construcción de alta gama. Cada una de estas “WasteBasedBricks” combina diseño innovador con reducción de huella ecológica. Una mezcla inesperada de belleza y circularidad.

Incluso gigantes como IKEA están abrazando este enfoque con nuevos modelos que priorizan la reparabilidad y la reutilización de sus productos, acompañados de iniciativas de devolución y reacondicionamiento. Lo que antes era pensado como perecedero empieza a diseñarse para un ciclo más largo.

El papel del diseñador: de creador a gestor de ciclos

Esta nueva forma de diseñar afecta también al rol del diseñador industrial. Ya no se trata solo de crear objetos funcionales y atractivos, sino de orquestar ciclos completos de vida. Esto significa pensar en colaboración con otros actores: fabricantes de materiales, ingenieros de procesos, expertos en residuos. Y, por supuesto, con los usuarios, que tendrán un rol activo en reparar, actualizar o devolver productos.

Como bien apunta la diseñadora francesa Constance Guisset: “El objeto ya no debe terminar en la basura, sino regresar al sistema. Diseñarlo implica prever su final desde el principio”. Una filosofía más cercana al diseño ecológico que al industrial tradicional, pero que obliga a pensar de forma más holística y sistémica.

¿Existen límites? Los desafíos del diseño circular

¿Diseñar para lo circular es la panacea? No exactamente. La transición no está exenta de obstáculos:

Pero quizá el desafío más complejo sea mental: abandonar la obsesión por la novedad permanente. En un sistema circular, lo nuevo no siempre es mejor. A veces, lo mejor es redescubrir lo que ya tenemos, mejorarlo, reutilizarlo. Algo contraintuitivo para un sector históricamente movido por la innovación constante.

España y el cambio necesario

¿Y en España, cómo vamos? Con iniciativas públicas como la Estrategia Española de Economía Circular (España Circular 2030), el panorama comienza a moverse. También crecen los estudios de diseño que apuestan por la sostenibilidad como núcleo, no como adorno. Pero el desafío es integrar estos enfoques en la industria en su conjunto, y no solo en proyectos piloto o series limitadas.

Existen buenos ejemplos locales: el estudio madrileño La Capell ha desarrollado mobiliario urbano a partir de residuos industriales; y marcas como Ecodicta que promueven la economía circular en la moda mediante servicios de alquiler y segunda mano están demostrando el potencial del enfoque en diferentes sectores.

La oportunidad está servida. A medida que las normativas ambientales se vuelven más exigentes, quienes ya hayan integrado el diseño circular tendrán una ventaja competitiva clara. Pero más allá del marco legal, hay algo más poderoso en juego: la posibilidad de redefinir nuestra relación con los objetos. Diseñar no para consumir, sino para coexistir.

Por qué esto no es una moda

Podríamos estar tentados a pensar que la economía circular aplicada al diseño industrial es otra tendencia en la larga lista de conceptos cool para vender más. Pero basta mirar las proyecciones sobre crecimiento demográfico, escasez de recursos y colapso ambiental para entender que esto es más profundo. Es rediseñar el sistema desde las piezas más pequeñas: un tornillo que se pueda quitar fácilmente, un material que no deje rastro, una conexión que se pueda rehacer.

En un siglo XXI que exige soluciones integradas más que ideas espectaculares, la economía circular ofrece una brújula. No apunta al norte del crecimiento infinito, sino al equilibrio del uso inteligente y respetuoso de lo que tenemos. Y el diseño industrial, lejos de quedarse atrás, tiene ante sí una gran oportunidad: reinventarse no para impresionar, sino para regenerar.

El diseño circular no nos prohíbe crear. Al contrario: nos obliga a crear mejor.

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