Cambio climático y tecnología: soluciones desde la innovación para un planeta más verde

Cambio climático y tecnología: soluciones desde la innovación para un planeta más verde

Entre sequías y chips: ¿cómo puede la tecnología salvar al planeta?

Ya no es una cuestión de si el cambio climático es real, sino de cómo vamos a enfrentarlo. Las temperaturas aumentan, los fenómenos meteorológicos extremos se intensifican y los recursos naturales escasean. Pero mientras el panorama parece sombrío, la innovación tecnológica asoma como una aliada inesperada. ¿Puede la tecnología ser el antídoto para el envenenamiento climático que nosotros mismos hemos provocado? Veamos por qué la respuesta podría ser un sí, matizado, pero prometedor.

La urgencia climática tiene fecha y hora

En 2023, vivimos el año más caluroso jamás registrado. Ciudades como Phoenix, en EE. UU., vieron más de 30 días consecutivos por encima de los 43 °C. En Europa, las sequías dejaron embalses bajo mínimos históricos. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte que, sin cambios radicales, superaremos el umbral de 1,5 °C antes de 2030. Y con ello, llegarán consecuencias más graves: pérdida de biodiversidad, migraciones masivas, inseguridad alimentaria.

Ante este escenario, gobiernos, empresas y ciudadanos buscan soluciones a contrarreloj. Y ahí entra en juego la tecnología.

Tecnologías limpias: más allá del coche eléctrico

Cuando pensamos en tecnología verde, solemos imaginar paneles solares y coches eléctricos Tesla circulando en ciudades limpias. Pero la innovación climática va mucho más allá, y está irrumpiendo en sectores menos visibles, pero igual de contaminantes.

Veamos algunos ejemplos reales y actuales:

  • Agricultura de precisión: En España, empresas como Agrosap están aplicando sensores IoT y análisis de datos para optimizar el uso de agua y fertilizantes. El resultado: menor consumo de recursos y cultivos más resilientes a las sequías.
  • Captura de carbono directa: La startup suiza Climeworks ha desarrollado dispositivos que « aspiran » CO₂ del aire. Ya están operando en Islandia, donde inyectan el gas en formaciones de basalto para convertirlo en roca. Literalmente, una piedra contra el cambio climático.
  • Edificios inteligentes: En Singapur, algunos rascacielos ya ajustan automáticamente su temperatura interna, ventilación y consumo energético según la ocupación y las condiciones climáticas exteriores. El software predice la demanda energética y reduce consumos en tiempo real.

La revolución de los materiales sostenibles

No todo se trata de bits y algoritmos. A veces, la verdadera innovación viene de materiales que parecen salidos de una novela de ciencia ficción. ¿Has oído hablar del cemento que absorbe dióxido de carbono? ¿O del cuero hecho con micelio de hongos?

Un ejemplo llamativo es el de CarbonCure, una tecnología que inyecta CO₂ reciclado directamente en el proceso de fabricación del hormigón, convirtiéndolo en un componente más resistente y con menor huella de carbono. Y sí, ya se está usando en la construcción de edificios en EE. UU. y Canadá.

Inteligencia Artificial al servicio de la Tierra

La IA no solo sirve para que tu móvil sugiera canciones o tus correos se respondan solos. Aplicada a la sostenibilidad, puede analizar millones de datos para predecir incendios forestales, optimizar redes eléctricas o detectar fugas de agua en infraestructuras.

En 2022, Google creó Climate Engine, una herramienta basada en IA que analiza datos satelitales para ayudar a gobiernos y ONGs a predecir sequías. Esta tecnología ya se ha utilizado en California para diseñar planes hídricos más eficientes.

Así que tal vez Siri no te salve del calentamiento global, pero sus primos más inteligentes podrían hacerlo.

Innovaciones en energías renovables: viento, sol y… ¿olas?

Las renovables siguen liderando la transición energética, pero también están evolucionando. Las placas solares de nueva generación ya incorporan materiales como el perovskita, que promete mayor eficiencia y flexibilidad. Además, empresas como Eco Wave Power están desarrollando tecnologías que aprovechan la energía del oleaje para generar electricidad. Israel y Portugal ya realizan pruebas con esta innovadora fuente de energía marina.

Claro, sin baterías eficientes, estas fuentes no serían tan útiles. Y ahí entra otro frente tecnológico: las nuevas baterías sólidas, supercondensadores o sistemas de almacenamiento térmico que buscan resolver el talón de Aquiles de las renovables: su intermitencia.

Ciudades que piensan como organismos vivos

El concepto de « ciudad inteligente » ha evolucionado hacia algo más ambicioso: ciudades sostenibles y adaptativas. Algunas metrópolis están integrando redes de sensores, movilidad eléctrica, edificios de bajo consumo y espacios verdes conectados por datos.

Barcelona, por ejemplo, ha sido pionera en implementar soluciones como alumbrado público inteligente y control en tiempo real de la calidad del aire. Más allá de lo estético, estas soluciones permiten ajustar el tráfico, reducir emisiones y mejorar la salud pública.

¿Y qué hay del urbanismo? El diseño importa. La tendencia de las “supermanzanas”, también nacida en Barcelona, busca reorganizar el espacio urbano para reducir la circulación de coches, aumentar las zonas verdes y devolver la ciudad al ciudadano.

Startups verdes: innovación desde abajo

No toda la innovación viene de grandes laboratorios y multinacionales. Muchas veces, las ideas más disruptivas surgen desde la trinchera emprendedora. En Europa, el ecosistema de startups climáticas está en plena efervescencia, con propuestas de todo tipo:

  • Bluetech Clean Air: startup madrileña que desarrolla filtros de aire para reducir los óxidos de nitrógeno en interiores urbanos.
  • Too Good To Go: una app nacida en Dinamarca que combate el desperdicio alimentario conectando a consumidores con restaurantes y supermercados. Hoy opera en más de 15 países.
  • Ocean Cleanup: fundada por un joven de 18 años, ha creado barreras flotantes para recolectar plásticos en océanos y ríos. Hoy ya se prueba en ríos como el Mekong o el Ganges.

Estas iniciativas pueden parecer pequeñas, pero suman. Y muchas están recibiendo el respaldo de fondos de inversión verdes que ven en la sostenibilidad una oportunidad de crecimiento (y rentabilidad).

La brecha tecnológica: el reto de la equidad

La tecnología puede ser parte de la solución, sí. Pero también puede profundizar desigualdades si no se despliega de forma justa. ¿Qué pasa con las comunidades que no tienen acceso a internet o electricidad? ¿O con los países que no pueden permitirse invertir en I+D verde?

Garantizar un acceso equitativo a las tecnologías limpias es clave. Aquí entran en juego organismos internacionales, acuerdos multilaterales, y una palabra que a veces olvidamos: cooperación. Porque de nada sirve tener ciudades inteligentes si otros territorios arden, se inundan o migran por la falta de agua.

De espectadores a protagonistas del cambio

La narrativa apocalíptica puede ser paralizante. Pero si algo nos enseña la historia de la innovación es que, frente a grandes retos, también surgen soluciones inesperadas. El reto climático nos exige creatividad, colaboración y, sobre todo, acción estratégica.

No basta con esperar a que la próxima startup salve al planeta. Podemos elegir servicios más sostenibles, apoyar políticas ambientales, exigir transparencia y repensar el consumo. Y lo más importante: entender que la tecnología, por sí sola, no es ni buena ni mala. Depende de cómo —y para quién— la usemos.

Como diría Buckminster Fuller, “no cambiamos las cosas combatiendo la realidad existente, sino construyendo un nuevo modelo que la haga obsoleta.” Pues bien, ese modelo ya está en marcha. Tiene sensores, código abierto, baterías de grafeno y mucho de esperanza verde. ¿Nos sumamos?